martes, 20 de junio de 2017

Ojos de Agua, una de las peores novelas que he leído


De primeras he de confesar que si decidí leer esta novela fue porque me advirtieron de que era mala. Sin embargo, este prejuicio no ha afectado realmente a mi criterio, pues desde el principio la falta de calidad es evidente. Ojos de Agua, de Domingo Villar expone la resolución de un cruel crimen cuya investigación (bajo el punto de vista de "crimen pasional") se verá dificultada por personajes planos y estereotipados, sin un ápice de personalidad y sus deducciones precipitadas a partir de pruebas poco concluyentes, o al menos eso me pareció a mí. En definitiva, un horror de novela.
Mucho podemos decir de esta obra, empezando por los aires pretenciosos que se advierten desde el comienzo, como si se tratase de un reto intelectual para el lector a través de personajes profundísimos (tal y como intenta mostrar el autor). Por no hablar de que la narración resulta poco atractiva y hasta el empleo de formas verbales es tedioso.
Pero si algo ha llamado mi atención por encima del resto de elementos ha sido el tono exaltado y violento de los diálogos, sin justificación aparente en la mayoría de ocasiones y haciendo a la novela cada vez más inverosímil. Podría haber sido un punto de interés en la trama, pero lejos de aportar intriga o acción, provocan una sensación de antinaturalidad del todo visible. Sin olvidar que el sarcasmo utilizado en las conversaciones no viene a cuento la mayoría de veces.
Puedo afirmar que no está mal escrito, de hecho la prosa es decente, pero es la estructura narrativa lo que se carga la obra. Por ejemplo, el libro está plagado de descripciones. Son amplias, precisas, feas y absolutamente redundantes. Ni siquiera llegan a afectar al desarrollo de la historia. Además, el autor no hace más que recrearse en detalles sin importancia. Todo esto es prueba de una importante falta de profundidad.
La novela abusa expresiones cortas, breves y autoconclusivas que, por si fuera poco, disminuyen la agilidad de la lectura. Domingo Villar desvaría demasiado, se va del tema constantemente y parece querer rellenar el espacio entre la acción de la novela.
Ni falta hace mencionar las situaciones absurdas (por ejemplo, buscando pistas sobre un asesinato terminan escuchando jazz en casa de la víctima mientras hablan de gilipolleces). Pero es que si le quitas al libro esto y las descripciones, te quedas tan solo con dos folios.
Por si no fuera poco, la novela rezuma un aroma a garrulismo tremendo, empezando por los comentarios babosos de los policías hacia cada mujer que aparece en la obra (en realidad solo jóvenes y guapas, pero sin importar si se trata de una compañera de trabajo o una completa desconocida. Tampoco aparecen demasiadas que no cumplan las características mencionadas), hasta la forma tan rancia de tratar la homosexualidad.
El programa de radio policíaco es una de las pocas cosas que puedo decir que me gustaron. Había visto algo parecido en otras novelas (Gótica y Erótica, de Dioni Arroyo Merino, por ejemplo), pero está interesante. Eso sí, no se le saca demasiado partido.
La forma de iniciar los capítulos, con definiciones de palabras en la parte superior, está interesante pero no le encuentro el sentido.
En cuanto a la historia, reducen demasiado pronto la investigación a un único sospechoso concreto, y eso se hace aburridísimo. Personalmente, me parece que no da lugar a la intriga en ningún momento.
Por último, algo bueno a señalar: el final está bastante bien. Resulta sorprendente y es una forma peculiar de cerrar el libro, pero sigue estando mal aprovechado al no haber dejado espacio a la intriga en el resto de la obra.

No recomiendo para nada leerlo. La novela negra es el subgénero novelesco que más suele "tirar de mí", pero definitivamente este ha sido un libro insalvable.